El Cubículo Nocturno

Hace 20 años encontré una gasolinera abandonada que había pertenecido al ejército de los USA. Estaba completamente destartalada; el techo se caía a pedazos, montones de cristales crujían bajo mis pies y el óxido se extendía como un cáncer por toda la estructura. Y, claro, me alucinó y tomé unas cuantas fotografías en blanco y negro. Muy pronto aquella gasolinera que se encontraba en mitad de una árida llanura me inspiraría un poema; y de ese poema nacería años después un guión de cine con el mismo título. De momento no se ha convertido en película, tal vez un día lo haga, pero el concepto en sí, era muy original. La imagen no se corresponde con la gasolinera en cuestión pero no pararé hasta encontrar esas fotos…

EL CUBÍCULO NOCTURNO

Cruces y más cruces. Cruces de caminos.
Ninguno se repite. Todos son oscuros
y tu sombra huye despavorida.

En la vieja gasolinera,
el guardián que no envejece
custodia la entrada eterna
al jardín de almas inertes.

Es el influjo del Cubículo;
para pasar al otro lado
has de pagar el peaje
con tu sudor y tu sangre.

Rocas polvorientas que se deshacen en tus manos.
¿Por qué te arrastras, hermano, si tu orgullo aún te alienta?
Hierve tu mente al avanzar por este camino.
Tañen las campanas sin tener ningún motivo.

Es el paso necesario: el niño, el adulto,
hombre, mujer, reptiles arrastrando el vientre
buscando el calor que ya no reconforta.
¿Te reconforta, hermano, la luz oscura?

Tengo miedo a que salga el sol,
de verdad, a que salga sin piedad.
Tengo miedo de desaparecer
y no hacerlo sobre la arena.

Hagámoslo en la arena…
Aún no soy frío del todo.

El lodo que germina en ti, dentro de ti,
puebla de míseros moradores
este desierto barroco.