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En muchas ocasiones, el mar -la mar- se vuelve un espejo de tus propios pensamientos, con las olas convertidas en mensajeras de recuerdos, plasmados en un arcoíris de acogedores azules.

No hay duda de que la mar -el mar- se encuentra arraigado en el ADN de Nazaret y de Carlos, tanto como lo está en el mío. Y cuando dos personas viven en Viveiro y Burela, en A Mariña Lucense, las montañas y los bosques también forman parte indisoluble de esa ecuación. Siendo como soy natural de Santurce, también comparto eso con ellos. El verde hasta la arena…

Su banquete de bodas se celebró a pocos metros de la playa de Area, testigo de absoluta excepción con el que conmemorar su enlace. Para mí, es un lugar mágico donde coexisten diferentes tiempos en absoluta armonía. Allí, el pasado no lastra al presente: el niño sólo te recuerda que no dejes de soñar y emocionarte. Y el futuro se extiende ante tus ojos con las oscilantes luces de los navíos de ultramar, desde donde sé que Nazaret y Carlos contemplan la alejada orilla, con la sonrisa de quien conoce el maravilloso camino que los recién unidos tienen por delante…

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